jueves, 11 de abril de 2013


Mi nombre es Lorena, tengo 28 años y un huerto vertical en la jaula de mi azotea. Siempre he procurado tener plantas de olor pero cuando me mudé a mi actual departamento ví que no tenían suficiente luz y no crecían bien. Estuve dándole vueltas en mi cabeza a la idea de tener un huerto en la azotea, uno vertical, para cumplir con la norma del condominio de no poner nada sobre el impermeabilizado del techo. Veía fotos de ideas hasta que un buen día decidí dejar de pensarlo y hacerlo. Reuní botellas de refrescos de dos litros, las corté, fui por tierra al mercado, sembré y las colgé. Eso era todo lo que hacía falta, comenzar. Empecé en octubre del año pasado con seis botellas, ahora tengo cuarenta y las reacomodo periódicamente para que quepan más.

He sembrado albahaca, lechuga, manzanilla, enebro, yerbabuena, chiles, jitomates, tomates verdes, espinaca, rábanos, ajo, calabaza, caléndula, cilantro y rúgula. Las más exitosos han sido las lechugas, la yerbabuena y las caléndulas. El cilantro y la rúgula ya dieron semillas. La manzanilla y el enebro no han pegado. Los tomates verdes sufrieron un severo problema de hongos y murieron porque no supe tratarlos a tiempo, dejando en evidencia que lo que me falta es preparación para identificar los problemas a tiempo y atenderlos de modo adecuado. Lo que hice para que no me volviera a pasar eso fue contactar a un experto del Jardín Botánico de la UNAM quien amablemente me dio una consulta sobre cómo y con qué nutrir mejor las plantas para fortalecerlas y prevenir ese tipo de problemas.

Quiero plantearme como reto el invitar a más vecinos a sembrar y cuidar sus propios huertos en la azotea. Algunos me han comentado que les gusta mucho subir a tender su ropa y ver las plantas, lo que me hace pensar que pueden tener buena disposición para hacerlo ellos mismos, quizá sólo les falta un empujoncito. La vecina de jaula ya tiene tres botellas que le regalé, dice que está encantada cuidándolas y viéndolas crecer, ella me ayuda a regar mis plantas cuando no estoy en la ciudad.

Definitivamente, la mejor parte es poder ver cómo crecen las plantas, así como aprender qué es lo que necesitan, cuánto tiempo les toma madurar y a qué problemas se enfrentan. Como dicen mis vecinos, uno no imagina nada de eso cuando va al mercado y ve los puestos. Creo que es un cambio radical en la manera en que concebimos nuestros alimentos, ya no se trata sólo de productos en una cadena de consumo. Darse cuenta de eso ayuda a cambiar algunos vicios en las concepciones de la vida en la ciudad, a mí me deja pensando ¿cuál es el costo real de que las cosas estén disponibles para nosotros todo el tiempo?

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